jueves, 10 de noviembre de 2011

Día de la Tradición


El día de la tradición se celebra en Argentina todos los 10 de Noviembre. Se festeja en esta fecha, conmemorando el nacimiento del poeta argentino José Hernández que escribió El gaucho Martín Fierro. Este es el relato, en forma de verso, de la experiencia de un gaucho argentino, una vez que es echado de su rancho y llevado a la frontera por el gobierno. El gaucho Martín Fierro es el relato en primera persona, cantada por el propio gaucho con su guitarra, de sus experiencias por ir a la frontera. Refleja a lo largo de sus versos muchas de las costumbres más tradicionales de la Argentina. Por ejemplo: el gaucho, la guitarra, el mate, el campo, las peñas, el folklore, el asado, la disputa entre los unitarios y los federales. Se considera tradición a un conjunto de costumbres, valores y creencias compartidas por una sociedad. Es la tradición, transmitida de generación a generación lo que crea la identidad de una comunidad.
Por eso en Argentina, el día de la tradición es el reconocimiento de nuestra identidad como país, a través de uno de los personajes más representativos del ser nacional, José Hernández. Así él lo reflejo en El gaucho Martín Fierro.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Lo mejor de la fotografía argentina entre consagrados y olvidados

La flamante colección Rabobank reúne algunas de las mejores piezas de la historia de la fotografía argentina. Entre ellas se rescata a cuatro olvidados: a los alemanes Hans Mann, Walter Roil, Werner Schumacher, Gustavo Thorlichen y al argentino Ricardo Sansó.


Cuatro alemanes y un argentino. Son cinco fotógrafos olvidados por el tiempo, los medios, la crítica y sus propios colegas. Son los autores de algunas de las mejores fotos de la historia fotográfica argentina, al menos de la que se rescata en la flamante y ambiciosa colección Rabobank que hasta principios de octubre en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. La colección acaba de publicarse en el libro Fotografía argentina. Colección Rabobank y puede conseguirse en Proa, Malba y la librería Norte.

Ahí está entonces el retrato de un toba un miembro de la comunidad Qom en Chaco. La foto del alemán Hans Mann es de 1937, pero podría haber sido tomada la semana pasada. Su compatriota, Werner Schumacher, en 1950 retrató el Ministerio de Guerra, que hasta hacía pocos años había ocupado Juan Domingo Perón. Puerto Deseado en 1937, detrás del prisma de otro fotógrafo perdido y alemán Walter Roil. “Esas es mi preferida”, decía Gustavo Correa director del banco holandés en la Argentina y coleccionista y mecenas de numerosos artistas. Ahí cerca nomás están las tres fotos figurativas y casi abstractas de Ricardo Sansó, el único argentino del grupo. “Fue una sorpresa, no lo conocía en absoluto”, dice el fotógrafo y curador Facundo de Zuviría.

El quinteto de olvidados lo completa el más famoso y también alemán Gustavo Thorlichen. Ernesto “Che Guevara”, que se topó con él en Bolivia en 1953 quedó fascinado por su arte. Victoria Ocampo lo contrataría más tarde para retratar San Isidro y juzgaría como excelentes sus imágenes. Jorge Luis Borges prologó en 1948 su libro-álbum fotográfico La República Argentina. “Lo pintoresco es la excepción en este país y no lo sentimos como argentino. De ahí lo difícil de apresar en una limitada serie de imágenes estas realidades hurañas y casi abstractas, de ahí lo singular de la proeza que ha efectuado Thorlichen, con lucidez, pasión y felicidad”, escribió Borges cuando todavía podía apreciar una imagen con sus ojos.

Pero por supuesto: entre estas más de 200 fotografías de 49 artistas recopiladas durante dos y años y medio por dos fotógrafos de excepción, como la holandesa Marjan Groothuis y el mencionado Zuruvía hay obra de grandes maestros de la fotografía como Grete Stern y Horacio Coppola, que inauguró su técnica con leicas que después proseguiría hasta la extinción de esas cámaras Dani Yako.

No hay sólo un criterio estético en esta selección de imágenes. Existe también una voluntad de retratar tópicos del país y de la argentinidad. Por eso además de la ciudad en contraposición a los paisajes rurales y tan variados como la paleta de colores que reflejan. Sobresalen además temas tan amplios como la carne –con la imperdible “matadero”, de Paula Luttringer. Hay por supuesto retratos de iconos populares desde el Charly García con camisa multicolor de Alejandro Kuropatwa, hasta el Cortázar fumador y los ojos de María Elena Walsh de Sara Facio.

Hay emociones en los abrazos Adriana Lestido, un poco de vergüenza ajena en los veraneantes de Alberto Goldenstein y esas panorámicas con cuentos propios de Pastorino, que para conseguirlas fabrica sus propios lentes.

La mayoría son copias vintage, de época, y no faltan de los “nuevos” valores como Res y Juan Travnik. Hay algunas copias digitales de fotografía analógica, pero no se aprecia la victoria arrasadora del formato digital en la última década. “Hace cinco años yo juraba que nunca haría una foto digital y ahora es lo único que hago”, reconoce Zuruvía con ironía. Ahora intentan completar la colección con algunas fotografías más de Lestido y conseguir instantáneas de otro alemán viajero: Herbert Kirchhoff.

Todas las imágenes de la colección, tan distintas y de diferentes épocas, rescatan como afirman los curadores “la mirada del fotógrafo”. Borges lo explica mejor y con más poesía en el mencionado prólogo. “Si el ojo es una suerte de cámara, ésta es inversamente una suerte de ojo y es irrazonable negarle participación en tareas estéticas. La cámara ve un poco más que el hombre que la maneja, detrás de una unción estética hay siempre una función documental. Quién abomina de la máquina debería también abominar del cuerpo del hombre”.

lunes, 10 de octubre de 2011

Si cultura es todo, hacer cultura, también es todo.

Lejos quedaron los tiempos en los que la cultura era privilegio de cierta clase socioeconómica, la cual concentraba el poder y el saber. Afortunadamente para todos nosotros, el mundo pos moderno no provee un abanico de oportunidades para poder diseñar un nuevo mapa de la cultura, un nuevo mosaico cultural.

Para nosotros que nacimos en democracia nos resulta un poco más simple entender este nuevo paradigma, que no es más que encontrarnos con cada uno de esos momentos importantes que marcan nuestra vida y la de los que nos rodean.

Si cultura es todo, hacer cultura, también es todo.


foto:MUESTRA DE ARTE EN RED

domingo, 9 de octubre de 2011

Los peligros de todo dogma

Ira, resentimiento y desprecio del mundo son algunos de los efectos nocivos que señala Peter Sloterdijk sobre el reverdecer de los monoteísmos en este siglo, tema de su nuevo ensayo.

POR Gustavo Varela



Otra vez la religión. Otra vez Dios, las doctrinas, las diferencias; otra vez pensar y entender cómo lo trascendente sigue paseando sus polleras por el mundo. Como si nada de lo dicho o escrito alcanzara, se hace necesario volver a situar los modos en que la revelación divina y sus efectos intervienen en la vida de los hombres. ¿No había muerto dios en las páginas de Aurora de Nietzsche? ¿No era la religión “el opio de los pueblos” o una forma universal de la neurosis obsesiva? Parece que no alcanza, que la descomposición de lo eterno requiere de tanto ácido literario como fuera posible encontrar. Por eso se escribe nuevamente, como si nada de lo dicho hubiera sido dicho, a pesar de Nietzsche, de Marx o de Freud; como si fuera necesario volver a la descripción de los efectos devastadores de las creencias religiosas cuando se vuelven prácticas de la supresión y el pánico.

Peter Sloterdijk (Alemania, 1947), heredero consciente del pos humanismo nietzscheano, se sumergió en las discusiones en torno a las religiones monoteístas y brindó su sentencia crítica en el libro Celo de Dios, un ensayo que pretende desactivar la potencia dogmática de estas religiones a través de un recorrido que va de la filosofía a la historia y del dios único a la civilización globalizada. ¿Qué le preocupa aquí? El celo que produce el dios único de los tres monoteísmos: judaísmo, cristianismo y el islam. Celo es fanatismo, exaltación, la fogosidad ardiente de los que creen. Es decir, un modo obsesivo y específico de las pasiones humanas cuando entran en relación con la idea de un ser Unico-absoluto y cuyos efectos en el más acá son, como mínimo, peligrosos. Los monoteísmos son, entonces, vínculos de clausura donde el dios y el creyente se celan tanto que la presencia de un extraño merece, de inmediato, su asimilación o su desprecio. ¿Cómo es posible entonces la convivencia? “Donde existe celo no puede andar lejos la rivalidad”, escribe Sloterdijk, dando por tierra cualquier pretensión de encuentro ecuménico entre religiones que ofrecen “monoteísmos de tipo exclusivo y totalitario”. El patrón lógico de estas religiones es claro: hay que retroceder del plural al singular, de la multiplicidad a la unidad; este “suprematismo religioso”, este estar en contacto con el misterio del universo, se liga necesariamente con el “monarquismo ontológico: el principio de que sólo uno puede y debe ser señor de todo y de todos”. El ser es uno, entonces “no soporta nada ni a nadie junto a sí”. Es decir, intolerancia, radicalidad, fanatismo y supresión del otro. La matrix llama Sloterdijk a este procedimiento en el que los hombres se enlazan, espiritual y ontológicamente al dios único y quedan al amparo de un relato universal que aniquila las diferencias.

Entonces el problema no es una guerra intermonoteísta. No es una lucha entre judíos, cristianos y musulmanes por la “apropiación de Jerusalem”, tal como lo anunció Jacques Derrida en 1993. “El conflicto –afirma Sloterdijk– se centra más bien en cómo en cada caso habría que asegurar el control de los potenciales extremistas dentro de las religiones dispuestas al celo (y dentro de las ideologías airadas que siguieron a las religiones universalistas)”. Se trata de reducir estas expresiones a sus manifestaciones menos malignas, de inocular lo más posible su celo, de aplicar los fármacos necesarios para impedir el furor, de pasar de lo uno a lo múltiple: evitar la radicalidad de tener que elegir entre blanco y negro y pensar en gris, es decir, de un modo plurivalente.

Esto significa el ingreso de las religiones al camino de la civilización. Pero Sloterdijk aclara que este camino no es el que ofreció el movimiento ilustrado del siglo XVIII. Lejos de ello “la Ilustración, que gana en autoconciencia, no sólo no se aparta de los monoteísmos surgidos históricamente, sino que produjo ella misma un monoteísmo de nivel superior, en el que algunos artículos de fe universales adquirieron validez dogmática”. Ya no se trata de dios sino de la composición de un humanismo que reproduce los mismos principios que los proyectos monoteístas. Y que se extiende, en el celo posterior de las ideologías, desde los jacobinos hasta “el frenesí del maoísmo”. El sol del Iluminismo, aquella puerta ofrecida por la historia del pensamiento para conjurar los efectos del dogmatismo religioso, no alcanza para clarear la oscuridad del celo universalista. Tampoco alcanza el comunismo, al que Sloterdijk sitúa como el cuarto anillo monoteísta. Lo califica como “un ateísmo político decidido a todo; que tiene la pretensión de realizar la verdad de los tres monoteísmos pasándola del cielo otra vez a la tierra”. Se reúnen en él la fuerza moral de las religiones, la revelación es revolución y el nuevo profeta no es Moisés, Jesús ni Muhammad sino Marx. El celo es el mismo, aunque ya no por la existencia de un dios único sino por la pretensión de un ser humano potencialmente más alto. Un monohumanismo, lo llama, que desató su pasión de celos en “más de cien millones de vidas extinguidas”, un número de víctimas “varias veces mayor que las del nazismo”. En todos ellos, portadores de una misma lógica, la misma crueldad desatada, aunque “fueron los ideólogos del siglo XX quienes siguieron a lo grande la proclama de Moisés: ‘Mate cada uno incluso al hermano, amigo y prójimo’.” Entonces el celo es necesario situarlo en los universalismos exclusivos, sean religiosos o ateos. No importa si la creencia en un único dios lleva uno u otro rostro; importa la lógica de clausura en nombre de lo Uno, sea este el paraíso religioso o el Estado comunista. Sloterdijk extiende la dinamita nietzscheana al análisis del reverdecer de los monoteísmos en el siglo XXI: ira, resentimiento, cansancio y desprecio del mundo. Pero con ello no alcanza para definir la razón religiosa contemporánea: “Lo que parecía una nueva cuestión religiosa es en verdad la representación de la cuestión social a nivel de una biopolítica global”. Es decir, frente a las condiciones del mundo actual, los monoteísmos celosos no dan ninguna respuesta posible. A las religiones razonables sólo les queda como destino buscar alianzas con la civilización secular y neutralizar a quienes aún sostengan el ardor apocalíptico.

Invitado por el artista y crítico Bazon Brock (a quien dedica este libro), Celo de Dios es el producto de su participación en una mesa redonda realizada en 2006 junto a un israelí y a un palestino. Según cuenta Sloterdijk en un reportaje, el efecto de su conferencia fue inmediato: el israelí rápidamente se fue y el palestino se puso a llorar, se había sentido insultado. A pesar de ello, el optimismo de Sloterdijk se mantuvo en pie: “Globalización significa que las culturas se civilizan mutuamente”; es decir, el celo puede agotarse en la diversidad cultural contemporánea. Y termina su libro con esta proclama: “Lo repito como un credo y le deseo fuerza para propagarse con lenguas de fuego: sólo queda abierto el camino civilizatorio”.

sábado, 8 de octubre de 2011

Loca People

Este es uno de los temas del momento, aunque creanme que los de Balck Eyed Peas con Will.I.Am y Nicki Minaj y algunos de Alexandra Stan, son muchos mejores. Disfruten de Loca People, parece ser que viajaron y se encontraron con que la fiesta no solo es europea! ;)


Nuevo local. SAVANT



Felicitaciones Cecilia. Pueden visitar el local de diseño independiente en calle 19 y 24, Balcarce

Volvi, Hoy Tecnópolis

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Nueve meses después vuelvo a este blog que tantas satisfacciones me trajo. Les cuento que estoy más kirchnerista que nunca, y que brota esa alegría que contagia el proyecto nacional y popular por cada uno de mis poros.
El regreso tiene que ser triunfal como dicen algunos, pero en este caso, como no tengo un regreso así, les quiero compartir mi experiencia en Tecnópolis. Estuve estos días visitando el mega parque inaugurado hace unos meses por nuestra Presidenta, el cual es impresionante. Se los recomiendo para que vallan.


Tecnópolis es tu lugar para conocer el legado de la generación del Bicentenario. Ciencia, arte y tecnología en una muestra para seguir recuperando lo que fuimos y avanzar en lo que somos capaces de hacer entre todos. Para recorrer el país que se construye con el talento, la creatividad y el conocimiento argentinos. Más de 50 hectáreas para disfrutar de las últimas innovaciones que se crean en el país que estamos transformando con tus ideas.



Ubicación: General Paz entre Balbín y Constituyentes, Vicente López. Lunes y martes cerrado al público. Miércoles y jueves de 10 a 19. Viernes de 10 a 22. Sábados y domingos de 12 a 22. Hasta el 27 de noviembre. Se suspende por lluvia. Entrada libre y gratuita Apto para todo público
Estacionamiento gratuito.